¡COMANDANTE!



 
Daniel De Santis
14 de junio de 2020
No caíste en Bolivia como rayo en un día sereno. Los mineros te esperaban y los campesinos comenzaban a quererte. No fue apresuramiento sino que viste que se caía el socialismo que no era. ¡Fuiste el que vio más lejos y tuviste mil veces razón!
Seguiste creciendo y se hizo realidad aquello de que otros brazos se tenderían a empuñar tu fusil, y fueron cientos para luego ser miles y otros miles. Tu mano gloriosa y fuerte nos sostuvo en mil batallas, y el socialismo fue más claro delineado por tu pluma. Comenzamos a comprender de qué nos hablaba Carlos Marx, cuando nos decías que con la arcilla juvenil haríamos la sociedad de los hombres y las mujeres, nuevas. Durante años peleamos duramente, nos elevamos hasta el cielo y creímos posible tomarlo por asalto, la revolución no era lo imposible.
Tu presencia era tan clara que no la pudieron perdonar los traidores a la Patria, y el pueblo argentino tuvo su 8 de octubre un 24 de marzo. Nos encerraron en salones, como a vos, convertidos en campos de exterminio y nos asesinaron de todas las maneras, pero hasta allí brilló tu estrella cuando a Domingo Menna, luego de tres meses de las más brutales torturas, los esbirros lo tentaron a colaborar a cambio de su vida, le dieron dos días para pensarlo, él simplemente les respondió: “no hace falta pensarlo”.
La “restauración democrática” estuvo muy ocupada en esculpir nuevas figuras que desviaran al pueblo de su lucha. Por eso prefirieron que pasaras al olvido. En 1989 allí cayó el Muro y aquí subió Carlos Saúl, y en el ‘91 allí se desintegró la Unión Soviética y aquí se integró el Plan de Convertibilidad de Ménem, el vende-patria, y del ecónomo de gorra militar, Cavallo.
Así estábamos cuando unos pocos decidimos recordarnos de cuando caíste gigante con tus alas rotas.
La Rebelión de 2001 te otorgó nuevamente la palabra, a vos y a Mario Roberto. Han querido transformarte en un bello rostro inofensivo, por eso es que tu imagen está impresa en millones de camisetas. No renegamos por ello, le pasamos la factura a la demagogia capitalista y las llenamos de contenido porque, como vos, sabemos que debajo late un corazón de ser humano.
Sabemos cómo te sentís colgado en las paredes de los despachos, en donde no se habla de luchar contra la vigencia de la ley del valor capitalista, sino de cómo aumentar la plusvalía y, acumularla en los bolsillos de los malos imperialistas y peores nacionales. Pero sabemos, porque lo contaron los trabajadores de la limpieza, que por las noches te salís de la imagen demagógica y, con tu sonrisa más irónica, les mezclas todos los papeles para hacer más difícil la explotación.
Desde esa misma imagen sabemos que polemizas con otros habitantes, de habitaciones menos ostentosas, que en tu nombre hacen revoluciones de papel, y se olvidan que fuiste vos quién vino a romper con los vicios de una izquierda raquítica, que se perdía en los laberintos de las cámaras legislativas y a la espera de algún militar providencial que los sacara de la impotencia.
Sabemos que querés que nos juntemos y, todos juntos, vayamos concientizando pueblos y construyendo organización revolucionaria, guiados por grandes sentimientos de amor, por una conducta noble entre las masas, alentadas por un debate franco en la resolución de los matices entre la militancia revolucionaria. Y seguir en la batalla de calles y de ideas, contra los explotadores, para que las nuestras florezcan en las conciencias fértiles de los hombres y las mujeres de los pueblos de nuestra América morena, latina y total.
Vos no querías una caricatura, sino que la marcha de los desamparados del mundo no se detenga más que derribando la explotación de millones de hombres y mujeres por unos pocos hombres y mujeres, que haga realidad una sociedad nueva en la seamos hermanos y hermanas. En ese andar por la lucha democrática, agraria, obrera, feminista, antiimperialista, construiremos el destino que la utopía y la ciencia no han encontrado otra palabra más precisa, que las engloba y las precede, que se pronuncia ¡socialista!
Si fuera necesario elegir una entre todas tus virtudes, aunque no sería una elección fácil, no tenemos duda de que, sin apartarte de la rigurosidad científica, contribuiste a dotar de frescura y humanidad el ideario socialista en confrontación con las ideas hegemónicas del socialismo real. Y lo pudiste hacer porque te atreviste a pensar con tu cabeza.
Por eso decimos que:
¡El Che fue esencialmente un hombre valiente que se atrevió a pensar y actuar con libertad!

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