GOLPES DE ESTADO EN BOLIVIA | Capítulo IX: La CIA contra Juan José Torres | por Froilán González y Adys Cupull
El doctor Oswaldo
Peredo Leigue, Comandante de la Guerrilla de Teoponte, expresó: “La historia de
nuestros países dependientes, ha estado ligada a organismos de seguridad del
Estado o de información para el gobierno de Estados Unidos. Antes era el FBI, porque no existía la CIA.
Cuando los norteamericanos vieron que el problema era más grande, crearon un
organismo especial, y ese fue el Centro de Inteligencia, la CIA.
“Vamos a referirnos
siempre a los gobiernos que fueron domesticados por el gobierno de Estados
Unidos, la historia de la CIA está ligada en la estructura de los Golpes de
Estado, Bolivia no se sale de ese esquema. Desde que existió la CIA los Golpes
de Estado tienen el sello de la CIA.
“Barrientos se
caracteriza por la traición a Paz Estenssoro, quien tuvo que aceptar a un
hombre como Barrientos, que ya se conocía su dependencia con la CIA, porque
pasó cursos de especialización en la Escuela de Las Américas. La CIA tenía que
elegir al más obediente, más dependiente, y ese fue Barrientos, quien llegó a
la vicepresidencia por la vía democrática, para después dar el golpe de estado
y romper la democracia a través de la cual había accedido al poder.
“Desde 1964 la historia
se hace mucho más revelada directamente, sometida a los Estados Unidos a través
de la CIA. Esa fue una de las características ya muy desnuda; porque en esa
época había procesos que pretendían ser más independientes de Estados Unidos.
“Hubo los procesos
nacionalistas de Juan Domingo Perón en Argentina, de Víctor Paz Estenssoro en
Bolivia, de Joao Goulart en Brasil, del general Lázaro Cárdenas en México.
Todos esos procesos que querían ser más independientes, fueron ahogados con el
trabajo de Inteligencia de los organismos de Información de Estados Unidos.
“De aquí para adelante,
hablar de los Golpes de Estado, de la interrupción de un proceso tibiamente
democrático, es hablar de la CIA como un organismo impidiendo cualquier brote
nacionalista. En Bolivia de ahí para adelante toda la estructura principal del
gobierno es la que impone la CIA.
“Arguedas fue nombrado
Ministro del Interior de Barrientos, él fue el que entregó el Diario del Che a
Cuba, a través de otros personeros. Una acción estrictamente revolucionaria, es
decir no pagada. Cumplió un doble rol, de agente de la CIA y de un hombre que
en un momento determinado activa su espíritu en la Juventud Revolucionaria.
“Militó en el Partido
Comunista cuando joven, muy amigo de mi hermano Antonio, hicieron trabajos del
Partido Comunista, algún átomo de una actitud honesta y revolucionaria tenía
que quedarle y a través de personas también comprometidas como Ricardo Aneyba,
jefe de Inteligencia de Barrientos y agente de la CIA, quien entregó a los
investigadores cubanos, Froilán Gonzáles y Adys Cupull tres gavetas con
documentos de la CIA, para el libro La CIA contra el Che.
“Las personas que han
trabajado en la estructura de estos gobiernos títeres, en algún momento tienen
una acción revolucionaria, es como lavarse la conciencia. Muchas veces hacían
llegar mensajes a mi hermano, porque no tenían más remedio que tomarlo preso y
muchas veces salvaron la vida de algunos revolucionarios.
“Ricardo Aneyba se
destacó por una actitud muy concreta. Tuvo acceso a documentos confidenciales
que le mostró Arguedas y pudo sustraer un lote, como las tres gavetas famosas,
que revelan la actividad de la CIA en Bolivia, a través de ciertos organismos,
instituciones y personajes que actúan como agentes. Tuvo acceso a esa
documentación y las entregó a la Revolución Cubana a través de Froilán y Adys y
ellos tuvieron los suficientes datos para hacer interesante la historia de la
actividad de la CIA contra el Che…”
“La CIA ha tenido que jugar muchas veces con
estos personajes, dobles agentes o tenían una actitud no condescendiente con la
CIA y a veces tomaban actitudes independientes que les dictaba la conciencia. Barrientos muere en extrañas circunstancias
en un accidente en el helicóptero presidencial; todavía no está claro si fue un
accidente o una acción provocada por la CIA. En todo caso, para la CIA ya no
tiene importancia: El muerto, muerto está.
“Asume la presidencia
el vicepresidente Adolfo Siles Salinas.
El nuevo presidente es un personaje casi insignificante; no tuvo una
actuación preponderante en la política boliviana, pero como era el
vicepresidente, constitucionalmente le tocaba y asumió ese cargo, era débil
políticamente hablando y personalmente hablando también. Ante esa debilidad
extrema, permitió el golpe del general Alfredo Ovando Candia.
“Los militares eran los
dueños de este país y eran dirigidos por la CIA. Si un civil está en el
gobierno, ellos deben tener el mando real de la dirección política del país.
Adolfo Siles Salinas, medio hermano del expresidente Hernán Siles Suazo e hijo
del también expresidente Hernando Siles.
“Ovando para hacer un
gobierno donde pueda actuar y tener gobernabilidad, invitó a algunos ministros
como Marcelo Quiroga Santa Cruz, para ayudar a establecer un gobierno con un
Plan, entre comillas revolucionario. En realidad, era un Plan tibio para que
los movimientos populares no hicieran actividad contra el gobierno. Era cambiar
todo, para que nada cambie. Esa fue la característica de Ovando.
“En ese sentido,
nosotros veníamos trabajando para la Guerrilla de Teoponte, con la consigna de
Volveremos a la montaña. Nos tocó un gobierno que muchos lo reivindicaban de
izquierda, pero era lo más peligroso, nuestra apreciación fue esa, es cuando
más se necesita enfrentarlo, y demostrar que la resistencia del pueblo seguía
en continuidad.
“Eso provocó una
reacción inmediata de la CIA, y denunciamos a los principales ejecutores, entre
ellos Roberto Quintanilla, más conocido como Toto Quintanilla. Torturador, que
extorsionaba a los presos, las torturas eran dirigidas por agentes de la CIA, y
Toto el principal agente y en ese momento Ministro del Interior.”
“Para hacer
gobernabilidad, tenían que haber golpes y contragolpes, vino el Golpe de Estado
dirigido por el general Juan José Torres, que permitió cierto respiro y liberó
a muchos compañeros. Un veranito democrático, que duró poco, no duró ni un año
en el poder.
“Habíamos advertido que
había que prepararse para una resistencia larga, porque después de eso la CIA
había preparado a todos sus cuadros en el gobierno del general Hugo Banzer, en
el Ejército, en todas las fuerzas militares. La CIA tenía una estructura con
todos los mandos. Creo que es suficiente para demostrar cómo actuó directamente
la CIA en todos los gobiernos militares. Incluso en el gobierno del general
Juan José Torres que fue un hombre demócrata, pero la CIA lo tenía infiltrado.”
La prensa pagada por la
embajada norteamericana publicaba que Bolivia se estaba convirtiendo en una
mini Cuba. La situación conformaba un cuadro grave para los intereses
imperialistas. En Perú, la revolución
del general Juan Velasco Alvarado continuaba afianzándose. El general Omar Torrijos en Panamá se estaba
radicalizando. En Chile, las elecciones
dieron el triunfo al socialista Salvador Allende.
El nuevo embajador
norteamericano en La Paz expresó que tal vez Bolivia había sido en algún
momento una nación que podía sentirse orgullosa pero ahora era una profesional
en el arte de pedir limosnas; por tanto, tenía que respetar al país que se las
daba o se quedaría sin ellas.
René Rocabado expresó
“La revista norteamericana Hanson’s Latin American Letter, No. 1285, del 1ro.
de noviembre de 1969, publicó esas expresiones, que provocaron indignación en
amplios círculos del país, incluidos miembros de las Fuerzas Armadas. Yo
respondí en la revista Letras Bolivianas.
“Los bolivianos nunca
fuimos, no lo somos ahora, ni lo seremos después, ‘profesionales de la
mendicidad’, porque siempre hemos pagado al Gran Usurero en moneda nacional,
más de lo que establecían los precios mundiales para lo que nos vendía. Los
mendicantes, la gente sin dignidad, los que usan los nombres de ‘Ed’, ‘Al’,
‘Jim’ y piensan en inglés, aunque tengan el rostro cobrizo, han sido muchos de
los gobernantes que, precisamente para preservar los intereses del Gran
Usurero, cargaban dentro de los créditos, incluso la importación de gas
lacrimógeno, cuya mitad de costo pagaba la embajada norteamericana local
[...].”.
El ex diputado nacional
Gustavo Giacoman Mora, graduado de Ciencias Jurídicas, Sociales y Políticas,
dirigente estudiantil, catedrático de la Universidad de Cochabamba, dirigente
sindical de los trabajadores universitarios,
miembro del Comité Ejecutivo de la COB, formó parte del comando que
rescató a los sobrevivientes de la guerrilla del Che y participó en el gobierno
de Juan José Torres y ocupó la Primera Secretaría de la Asamblea del Pueblo en Cochabamba,
Después del golpe de Hugo Banzer, salió al exilio en Ecuador, donde vivió 8
años y ejerció como catedrático universitario y periodista en varios órganos de
prensa, entre ellos El Mundo, Hoy, Página 7 y las revistas Tránsito y Zeta,
expresó:
“En la época de
Barrientos, la intromisión de la CIA era totalmente descarada. En esa época se va gestando o renaciendo esta
acumulación de fuerzas de izquierda en las Fuerzas Armadas. A pesar de que la
masa del Ejército había estudiado en Estados Unidos y en Panamá, tenía la nueva
ideología de fronteras ideológicas y de la Doctrina de la Seguridad Nacional.
“El general Alfredo
Ovando asumió el poder con apoyo de algunos partidos de izquierda y habló de la
independencia del país, la soberanía política y económica de Bolivia, la
nacionalización de los recursos naturales… Hay un movimiento incipiente en las
Fuerzas Armadas de retomar la dignidad nacional. Pero no solamente se queda en
los discursos y nacionaliza la Gulf. Esto exacerbó a los grupos internos
reaccionarios del Ejército y se produce un golpe de Estado. El general Juan
José Torres sale en defensa de Ovando, se hace fuerte en la Fuerza Aérea
Militar de La Paz y lanzó una proclama en contra del golpe derechista, se
asilaron y asumió el poder.
“Se armó en Bolivia un
gran alboroto, porque además de la acumulación de fuerzas dentro del Ejército,
en las masas populares también hubo una acumulación de fuerzas, y la COB era
muy poderosa. Hay que tener en cuenta que Torres no nace súbitamente, es un
proceso de acumulación de nacionalismo revolucionario dentro de las Fuerzas
Armadas.
“En un discurso en la
Universidad de Cochabamba propuso nacionalizar las minas y los recursos
naturales; tener una independencia política, denunció la intervención de la CIA
y prometió expulsarla y marcó la agenda que debería seguir las masas populares
apoyando a los militares de izquierda. Un programa bastante profundo de
transformación del Estado. Esto puso en alerta a las fuerzas reaccionarias del
Ejército, a la cabeza de dos militares: Andrés Sélich y Hugo Bánzer…”
El general Juan José
Torres nació en 1928. Su infancia se caracterizó por una vida de limitaciones
económicas, causada por la prematura muerte de su padre en la Guerra del Chaco.
Su madre tuvo que hacerse cargo de la manutención de la familia compuesta por
seis hermanos.
En 1941 egresó en la
Academia del Ejército, en 1964 Agregado Militar de Bolivia en Brasil y luego
Embajador en Uruguay, en 1966 Ministro de Trabajo y al año siguiente Jefe del
Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.
Entre 1968 y 1969 se
desempeñó como Secretario Permanente del Consejo Supremo de Defensa Nacional,
durante el desempeño de estas funciones, con un núcleo de civiles y militares
diseñaron los lineamientos políticos e ideológicos, y las bases programáticas
que asumirían como mandato el gobierno del general Alfredo Ovando.
La embajada de Estados
Unidos lanzó una feroz campaña contra el general Juan José Torres, lo acusaban
de crímenes cometidos por anteriores gobiernos. Los derechistas y racistas lo
catalogaban de cholo de m (excrementos o porquería). Bestia humana, tarado,
rudo, inculto, revolucionario de cantinas mexicanas, microbio de piel cobriza,
nacido en los basureros de Quillacollo. Consideraban un insulto que alguien con
ese origen y color de piel gobernara el país.
En esa etapa Marcelo
Quiroga Santa Cruz, quien en mayo de 1970 ante el giro a la derecha del
gobierno de Ovando y ceder a las presiones de la Embajada de Estados Unidos,
renunció a su cargo y con un grupo de intelectuales y dirigentes sindicales,
fundó el Partido Socialista, del que se convirtió en primer secretario.
El 24 de diciembre de
1970 Juan José Torres decretó la libertad del francés Regis Debray, del
argentino Ciro Roberto Bustos y demás presos vinculados con la guerrilla del
Che, la cual se hizo efectiva inmediatamente. La medida provocó la ira de los
sectores derechistas que acusaban al general de ser un prisionero de la
izquierda.
El 10 de enero de 1971
se produjo un levantamiento militar, aplastado cuando grandes manifestaciones
recorrieron las calles y 16 altos oficiales fueron dados de baja y se asilaron
en representaciones diplomáticas. Se acusó a las embajadas de Estados Unidos y
Brasil como promotoras del Golpe.
Las contradicciones
entre derechistas y nacionalistas aumentaban día tras día. Los asesores de
Torres le aconsejaron realizar una gran manifestación de todas las fuerzas de
izquierdas y nacionalistas, militares patriotas y pueblo en general. Como
estaba previsto trasladar los restos del patriota boliviano Gualberto
Villarroel para la plaza que lleva su nombre, se aprovecharía la ocasión del
acto para destacar su figura, respetado por su nacionalismo, patriotismo y
defensor de los intereses de las capas humildes del pueblo.
Torres visitó a doña
Elena López, viuda del coronel Villarroel, para obtener su consentimiento. Todo
estaba preparado y se esperaba una gran manifestación de apoyo al proceso
revolucionario y a los militares de izquierda.
Sería un acto antinorteamericano, antimperialista y nacionalista.
Los preparativos
avanzaban, cuando el ciudadano alemán radicado en Bolivia, Richard Hebert, formulaba
sensacionales revelaciones. Declaró que
Ovando y sus principales colaboradores fueron los autores intelectuales de los
asesinatos de Barrientos, del senador Jorge Soliz Román, del periodista Jaime
Otero Calderón, de los esposos Alfredo Alexander Jordán y Marta Dupleych y como
las ambiciones políticas de Ovando y el interés de silenciar delitos durante su
gobierno fueron los móviles de esos crímenes.
El escándalo provocó
una grave repercusión que obligó a Juan José Torres a formar una comisión investigadora,
a la vez que dispuso que Ovando regresara de Madrid, para responder por estas
graves acusaciones, pero se negó a cumplir la orden y este hecho aumentó el
descrédito de las Fuerzas Armadas.
Más tarde se conoció
que Richard Hebert era agente de la CIA, y esa agencia le había suministrado la
información para afectar la imagen de Torres, quien compartió el poder con
Ovando y desacreditar los actos cívicos y la manifestación durante el homenaje
a Gualberto Villarroel. El prestigio de las Fuerzas Armadas se vio tan
afectado, que la viuda de Villarroel le envió una carta a Torres, en la cual
textualmente dice:
“Señor General, debo
referirme a nuestra conversación en oportunidad de la visita con que Vuestra
Excelencia se dignó honrar mi casa. Junto con mis hijos he reflexionado acerca
del proyecto de trasladar los restos de mi esposo al monumento erigido en la
Plaza ‘Villarroel’ en solemne acto de homenaje a su memoria el 21 de julio
próximo.
”Los sucesos
acontecidos en los últimos meses, de malestar
y anarquía en el seno de las Fuerzas Armadas y aún más gravemente las
tremendas revelaciones que
hoy conmueven al país de masacres,
crímenes y asesinatos en los que
aparecen interviniendo Generales y altos
exponentes de la oficialidad, no contribuyen a crear una
atmósfera propicia para
el digno cumplimiento de aquel propósito o cuando la prensa expresa
continuamente el desprestigio en que ha caído la Institución Armada y refleja
la intranquilidad de los campesinos y de
las organizaciones sindicales,
universitarias y profesionales, ante la
relajación moral que impide la acción de la justicia.
”Por todo esto y como
está en la conciencia pública el sacrificio del Coronel Gualberto Villarroel
por los ideales bolivianistas, que él defendió con inmaculada honradez,
manteniendo en alto el decoro y el honor de las Fuerzas Armadas de la Nación,
mis hijos y yo nos vemos obligados a comunicarle que no es prudente ni atinado
en este momento, mover los restos de mi esposo de la humilde tumba donde las
clases desvalidas mantienen el perpetuo homenaje de sus flores.
“Hago propicia esta
ocasión para saludar al señor General con mi más alta y distinguida
consideración.”
Continuará
Por Froilán González y Adys Cupull

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