GOLPES DE ESTADO EN BOLIVIA | Capítulo V: Las gavetas de la CIA | por Froilán González y Adys Cupull
El mismo guion para
todos los tiempos.
En una interesante entrevista Ramiro Barrenechea manifestó:
“Hay otro capítulo importante en el cual la CIA participa de manera directa en
tergiversar lo que el Comandante había registrado en su Diario; Ricardo Aneyba
que, en ese momento, era una especie de delegado personal del presidente
Barrientos en el Ministerio de Gobierno y cumplía funciones de inteligencia,
también era responsable del departamento de reproducción fotográfica y de
escucha de la CIA para controlar la
actividad tanto del presidente Barrientos como de los ministros y los altos
mandos militares.
“Lo que dice Aneyba es realmente revelador. Los agentes de
la CIA trataron de introducir frases distorsionantes en el Diario del Che, la
falsificación grafo técnica para imitar la letra del Comandante e introducir
estos falsos mensajes. Antonio Arguedas
le ordenó reprodujeran en microfilm dos ejemplares del Diario del Che.
“Ricardo Aneyba, utilizando algunos subterfugios, desorientó
al delegado que venía del Alto Mando y vinculado con la CIA para recoger el
Diario y una de las copias, Arguedas la retuvo y la entregó al periodista
Víctor Zannier y manos solidarias hicieron llegar hasta Cuba.”
Ricardo Aneyba afirmó: “Una noche vino Antonio Arguedas con
Buby Salmon, el edecán de Barrientos, y me dijo: “El presidente quiere que
saques una copia del Diario del Che”. Me preguntó: “¿Cuánto tiempo vas a
tardar?” Ellos me invitan a cenar. Yo no puedo, dije, porque tengo que ver el
proceso de las fotos. Y Arguedas me dice así (señala con dos dedos de la mano)
“dos”, y yo le hago así (señal de aprobación con el dedo pulgar). Si de algo
tienen que acusarme es de eso.”
Ramiro Barrenechea continuó: “El Alto Mando estaba
negociando la publicación del Diario y en algunos casos, había recibido
sobornos de ciertos interesados para difundirlo a nivel internacional. En Cuba
empezó a distribuirse gratuitamente y, naturalmente, la prensa internacional,
la prensa boliviana también reprodujo esa versión con lo que se vino abajo ese
capítulo de la distorsión.
“Sin embargo, los mandos, los agentes de la CIA divulgaron
como parte del contenido del Diario, cuando este todavía no había sido
publicado, frases absolutamente falsas como aquella de que los comunistas son
unos cerdos y que los campesinos se cerraron y no quisieron apoyar y eran como
piedras y denigrando a los campesinos, denigrando a quienes participaron
incluso en la realización de las acciones guerrilleras. Entonces, todo esto se
vino abajo con la publicación realizada en Cuba.”
Como parte de esta campaña, la CIA comenzó a preparar
cuidadosamente las alteraciones, omisiones de palabras o frases y añadiduras
que le incluirían al Diario del Che, para adecuarlo a estas tergiversaciones.
Con estos propósitos, en el último piso de la embajada de los Estados Unidos en
La Paz, trabajaban expertos calígrafos. El doctor Antonio Arguedas, al conocer
esa información decidió enviar a Fidel una copia fotostática para su
publicación en La Habana y encargó a su gran amigo Víctor Zannier para esa
misión clandestina.
Zannier nació en 1925, hijo del italiano Francisco Zannier y
de la boliviana María Valenzuela, miembro de una importante familia de origen
español. Era el mayor de ocho hermanos. Estudió Derecho en la Universidad de
Cochabamba donde fue secretario ejecutivo de la Federación Universitaria y
director de la Biblioteca Central. Al triunfo de la Revolución de 1952 fue
Coordinador de Asuntos Campesinos y participó en la preparación de la Ley de
Reforma Agraria, miembro del PIR y clandestinamente en el Partido Comunista de
Bolivia.
En 1955 fundó el diario “El Mundo”, reuniendo a
intelectuales de renombre, desde sus páginas defendió los recursos naturales
del país y en 1956 se dedicó al periodismo, escribía en el diario Los Tiempos
de Cochabamba. Era buen conversador, de memoria privilegiada, culto,
caballeroso.
Sobresalió como periodista e intelectual, reconocido
abogado, su familia, tenía excelentes relaciones con los embajadores de Italia
y España. Uno de sus hermanos era Ingeniero graduado en Checoslovaquia y con
vínculos en el mundo empresarial y su hermana Elena, casada con el reconocido
escritor y periodista René Rocabado corresponsal en Bolivia de la Agencia de
Noticias Soviética Novosti. Tenía amistad con los embajadores de Hungría y La
Unión Soviética y con el padre de la esposa del dictador Barrientos y con su
hijo Marcelo Galindo, Ministro de la Presidencia, quien había trabajado como
periodista y reportero del periódico El Mundo, propiedad de Zannier. También
mantuvo vínculos con Tamara Bunker, Tania la Guerrillera y le prestó ayuda y
colaboración.
Cuando en enero de 1968 Arguedas le encargó trasladar al
gobierno cubano los microfilmes del Diario del Che Guevara, secretamente viajó
a Santiago de Chile y lo entregó a Hernán Uribe de la Revista Punto Final,
quien, con los periodistas Miguel Cabieses y Mario Díaz, lo hicieron llegar a
La Habana. Arguedas y Aneyba guardaron
silencio sobre la persona que sacó de Bolivia las copias del Diario del Che.
Durante muchos años apareció como el mensajero.
Con Víctor Zannier nos entrevistamos en La Paz en 1984, vino
acompañado de Marcelo Galindo, hermano de la viuda del dictador Barrientos y
Ministro de la Presidencia en esa etapa. Ellos nos hablaron de Ricardo Aneyba y
contribuyeron para el encuentro y el fortalecimiento de las relaciones.
Cuando Cuba publicó el Diario del Che, el 1 de julio de
1968, provocó un gran impacto internacional y una conmoción política en
Bolivia; la CIA comenzó una intensa investigación para determinar cómo una
copia del Diario fue sacada de los archivos secretos del Ejército en la Sección
II (Inteligencia) del Estado Mayor y había llegado a Cuba y quiénes las
entregaron.
Arguedas al verse descubierto y amenazado de muerte por un
oficial de la CIA, huyó del país y pidió asilo político en Chile, por presiones
de Estados Unidos no se lo otorgaron y denunció la injerencia de esa agencia de
espionaje en Bolivia.
Ricardo Aneyba Torrico relató: “Yo tenía dos fotógrafos, el
que sacó las fotos fue el segundo fotógrafo, que no manejaba muy bien; porque
se enfermó el titular. Es por eso que fallaron 13 páginas. Yo descubrí eso,
porque controlábamos en el correo la literatura comunista, del correo me traen
el Diario del Che que salió en Chile, en la revista Punto Final, y empiezo a
leer, revisé, no salieron las 13 fotos.
“Por eso se descubrió y directo me fui a ver a Arguedas.
Llevé la revista, y le dije: “Antonio, tú has mandado el Diario del Che”. Me
dijo, “Sí. Yo he mandado. Tú sabes que los gringos son los que mandan, los
cubanos, la gusanera, que manejaban todo el tercer piso del Ministerio y hasta
les dieron grados. ¿Qué vas a hacer?”,
Me preguntó. Le respondí mi jefe es el Presidente, pero yo estoy comprometido,
he sacado las fotocopias, yo era el jefe del servicio de inteligencia, la
responsabilidad era mía. Yo soy el responsable. Me dice: “Se están acercando”.
Porque los militares no sabían que existía eso. No sabía nadie, aparte de los
gringos, Ovando, Arguedas, y nadie más.
“Cuando Arguedas huyó para Chile, yo lo he despedido.
Todavía reflexioné y le dije: “Qué barbaridad; tú sabes muchas cosas: no hagas
eso “. Él me respondió: “No. Me van a matar los cubanos, la gusanera cubana me
va a matar”. La gusanera eran los cubanos que trabajaban en el Ministerio. Él
estaba completamente seguro que lo iban a matar.”
“Me pidió dos horas ante de avisar. Yo esperé el tiempo
solicitado y pudiera llegar a la frontera con Chile o Perú. Alrededor de las 11
y media de la noche informé, Barrientos no quería creerlo, analizamos cómo
proceder con las casas de seguridad, las oficinas secretas montada por la CIA,
los equipos de escucha, cámaras fotográficas, archivos de microfilms,
grabadoras, equipo de aperturas de cartas y sobres lacrados, equipos de
revelados y un grueso archivo con informaciones muy secretas.
“Barrientos me ordenó no informar a Ovando hasta que todo
estuviera bien empaquetado, entonces él llamaría al jefe de la CIA para
informarle y pedirle guardar el equipamiento y la documentación en su
residencia.
“Comenzamos el desmantelamiento y le orienté a Jaime Moreno,
agente de la CIA, ocuparse de embalarlo todo, cuando terminaron los autoricé ir
a sus casas brevemente, pero a las seis de la mañana todos debían estar de
regreso. Ellos se fueron y yo tomé los archivos, los coloqué en la cajuela (maletero)
de mi coche, eran tres gavetas con las informaciones sensibles y súper secretas
y muchos otros documentos y las cubrí con unas mantas.
“Las tres gavetas contenían la nómina de agentes de la CIA
infiltrados en partidos políticos, sindicatos, instituciones y la prensa,
listas de personas vigiladas, planes de control y seguimientos, copia de
cartas, informes resúmenes de las conversaciones telefónicas, cintas grabadas,
contratos de alquileres, placas o chapas de automóviles, fotos de las casas de
seguridad, de interrogatorios o contactos, contratos de trabajos, notas
manuscritas y muchos otros documentos.
“Las tres gavetas las llevé a lugar seguro. Fui a mi casa,
me bañé, desayuné, me cambié de ropas, llamé a Barrientos y le informé que todo
estaba como él ordenó, quedamos de reunirnos a las 6 de la mañana. A la hora
indicada lo visité, el presidente estaba con Oscar Quiroga Terán, uno de sus
ayudantes, a quien trataba como hijo y le di el parte.
“Cuando Barrientos llamó al norteamericano se alarmó con la
información, pero accedió a recibir todos esos equipos y la documentación en su
residencia y ordené al personal a proceder con la mudada. A 6 y 45 Barrientos llamó a Ovando para
informarle, éste citó al coronel Juan Pereda Asbún, ellos llegaron y nos
reunimos, les informé en detalle la fuga de Arguedas y la operación para
desmontar las oficinas.
“Por la tarde o al otro día, no recuerdo bien, el Jefe de la
CIA descubrió que faltaban tres gavetas, llamó a Barrientos, pero Barrientos no
sabía nada, me preguntaron a mí y yo dije que tampoco sabía, el norteamericano
muy enojado y groseramente amenazó con abrir una investigación. Barrientos
accedió y a todo el personal los interrogó personalmente. Empezó por Fernando
Manzaneda Mallea, siguió a Jaime Moreno Quintana, Julio Durán Arze y hasta al
viejo Max Jaldín, el sospechoso mayor, porque trabajaba para los servicios de
Inteligencia de Inglaterra desde que realizó un doctorado en una universidad de
ese país.
“Max Jaldín trabajaba para los ingleses desde antes del
Golpe de Barrientos y por esa razón se consideraba superior a los
norteamericanos, incluso ante las humillaciones de los oficiales de la CIA,
Jaldin propuso formar un frente común para no entregarles algunas informaciones
que afectaban la moral de los bolivianos y hasta de los ingleses y franceses a
quienes le teníamos técnica de escucha.
“Las gavetas no aparecieron, Manzaneda sugirió tal vez se
cayeron en la mudada, pero el jefe de la CIA, no le creyó y Jaldín y yo caímos
en el círculo de principales sospechosos, sentí pena por él, era un buen amigo,
muy educado, era como un Lord inglés, muy ceremonioso, estuvo a punto de
desmayarse y perder el conocimiento, a mí me metieron preso, Toto Quintanilla
de la inteligencia del Ministerio de Gobierno, trabajaba con la CIA, me dice…
“Ahí estás en el libro del Che”.
“Yo no conozco al Che. Ahora, en el primer tomo que
encuentran en las cuevas, dicen que estaba mi nombre en un margen. De ese modo
yo voy a Estados Unidos, allí me hacen el interrogatorio. Hay dos tipos, uno
con maletines, los hombres de negro; miden el sudor, las reacciones
fisiológicas, los latidos del corazón y después, viene la otra, que se llama la
droga de la verdad. No encontraron nada…”
“Antonio Arguedas viajó a Londres y finalmente a Estados
Unidos, donde se comprometió con la CIA a no revelar los nombres de los agentes
en Bolivia y Perú a condición de respetarle la vida y regresar a La Paz.
“Varios diputados propusieron un juicio de responsabilidades
a Barrientos por permitir la injerencia de Estados Unidos y la participación de
la CIA en los asuntos internos. La embajada norteamericana se vio obligada a
retirar urgentemente a varios funcionarios, oficiales de la CIA, algunos de sus
principales agentes, desmontar las oficinas secretas y cerrar las casas de
contactos, interrogatorios y torturas.
“Después Max Jaldín, que tenía amigos en la Embajada de
Estados Unidos se enteró como el embajador Douglas Henderson lanzó los peores
epítetos contra los bolivianos, nos catalogó de corruptos, personas de la peor
especie, holgazanes, ladrones, vagos, indolentes, mentirosos, en los cuales no
se podía confiar. Se lamentaba lo hubieran enviado a un “lugar inmundo y sucio”
que había arruinado su carrera diplomática. No deseaba volver a este país de
indios come coca.
“Antonio Arguedas, regresó a Bolivia y en una conferencia de
prensa, denunció como la CIA y la Embajada de Estados Unidos, operaba un
servicio de información para el control de conversaciones telefónicas y
denunció la organización de un fichero con la vida privada, de importantes
ciudadanos y hombres públicos y reveló todo…”
La crisis económica, política y social del país estaba
llegando al límite, el parlamento acusaba a Barrientos de su absoluta
subordinación a Estados Unidos, los abusos de poder, el nepotismo, corrupción,
la violación a los derechos humanos, las arbitrariedades, la censura de prensa
y el malestar de las fuerzas armadas amenazaban a un grave conflicto.
Los amigos de Barrientos le propusieron varias opciones,
entre ellas declararse dictador, suprimir la Constitución y el Congreso;
eliminar físicamente a un grupo de opositores, y al resto enviarlo al exilio.
Dentro de esas proposiciones surgió un plan al que denominaron Plan de Mayo,
porque el 1ro. de mayo lo ejecutarían.
Posteriormente se conoció que el plan lo había presentado el Jefe de la
estación CIA en Bolivia y aprobado por Barrientos. La reunión solo perseguía implicar a los
presentes en su ejecución.
La influyente revista boliviana Perspectiva comentó que
después de las guerrillas, los sectores de poder y las fuerzas vitales de la
nacionalidad se preguntaban qué había pasado.
“Entonces la crisis cobró fuerza, el statu quo comenzó a
desmoronarse, la primera institución en padecerla fueron las fuerzas armadas,
que habían actuado de manera unitaria durante la campaña guerrillera; pero la
joven oficialidad sintió el impacto, no solo porque se vio obligada a aceptar
el asesoramiento de agentes de la CIA y miembros de las Boinas Verdes, sino
porque se preguntaba el porqué de la acción guerrillera, sin quererlo se
encontró con que era simplemente el efecto de algo más profundo: el atraso y la dependencia.”
Señaló la revista como a partir de ese instante la tendencia
nacional dentro de los militares se fortaleció. Esto influyó en la Iglesia,
donde surgieron sacerdotes tercermundistas con un Evangelio al servicio de los
pobres. En algunos partidos políticos, como la Democracia Cristiana,
aparecieron fracciones radicalizadoras y tendencias revolucionarias que
propugnaban la necesidad del socialismo y se iniciara en Bolivia un proceso de
izquierdización.
Además, la revista afirmaba como el imperialismo,
consciente de que la situación se volvía
incontrolable, decidió, por intermedio
de la CIA, poner en
marcha un plan
de liquidación de la corriente
nacionalista, a través de la eliminación física de dirigentes políticos, militares, sindicalistas, con
tendencias revolucionarias y una
operación al estilo de La Noche de los Cuchillos Largos debía concluir en una proclama a través de la cual
el presidente Barrientos se erigía en
dictador.
Como parte de este plan, Barrientos debía visitar los
regimientos y unidades militares más importantes, con el propósito de que su
imagen ganara prestigio y autoridad, y neutralizar la influencia de
Ovando. El 25 de abril visitó el
regimiento Colorado, pero no logró la receptividad esperada, porque dentro de
los militares se sabía que Barrientos estaba formando una fuerza paramilitar,
conocida por FURMOD, cuyos integrantes eran entrenados por asesores
norteamericanos, la cual tenía previsto utilizarla secretamente si no recibía
apoyo de la institución armada.
El 27 de abril de 1969, en un helicóptero, obsequio del jefe
de la misión militar norteamericana en Bolivia, Barrientos viajó a la población
de Arque, distante unos 60 kilómetros al sudeste de la ciudad de Cochabamba. Le
acompañaban su edecán, capitán Leovigildo Orellana, y el piloto, teniente
Carlos Rafael Estívariz.
Llegó a las 11:30 de la mañana, lo recibieron las
autoridades locales y el sacerdote Lucio Paredes. A las dos de la tarde debía
estar en la localidad de Tacopaya, pero las autoridades habían preparado un
almuerzo y la partida demoró más de media hora. Unos minutos después abordó el
helicóptero que, mientras tomaba altura y ante la mirada curiosa de los
campesinos, explotó en el aire y envuelto en llamas se desplomó.
Los despachos de prensa informaron que “El día fue claro, el
cielo despejado y el viento en calma”. El sacerdote Lucio Paredes narró que se
produjo un fortísimo estampido, luego, notó una llamarada grande y polvo, “como
humo de fragosa tempestad”. También señaló como en el sitio donde cayó el
helicóptero en llamas, todo estaba al rojo vivo, y dentro de él, encerradas,
las tres víctimas y agregó:
“Quisimos sacar primeramente al general. Nuestro humanitario afán fue del todo inútil.
Su cuerpo parecía totalmente quemado [...].
“Las otras dos víctimas, edecán y piloto, estaban en igual
condición [...].” Enfriado el
helicóptero destruido, procedimos a sacar al General y a los Oficiales;
atrapados entre retorcidos hierros, totalmente quemados.”
La muerte del general René Barrientos, quedó en el misterio,
fuentes militares lo catalogaron de un atentado realizado por grupos políticos
rivales interesados en eliminarlo para llevar al poder al general Alfredo
Ovando. Los que sostienen esta opinión
indicaron la existencia de pruebas y testimonios de la presencia de cuatro
personas apostadas debajo de la ruta por donde tenía que pasar el helicóptero,
dispararon y provocaron la explosión y el incendio. Sin embargo, los partes
oficiales atribuían el accidente, al chocar el helicóptero con un cable de alta
tensión del tendido eléctrico, aunque en las proximidades del accidente solo
existía un viejo cable de teléfono, muy delgado y a baja altura.
Se conoció que el atentado se ejecutó el 27 de abril por
haberse descubierto el Plan de Mayo, donde Barrientos pretendía disolver el
Parlamento y desatar una brutal represión para eliminar a decenas de civiles y
militares durante las primeras veinticuatro horas. Barrientos pensaba acabar
con la oposición porque “no lo dejaban gobernar”.
Varias fuentes acusaron a Ovando como responsable del
atentado y de ordenar se ejecutará, después de llegar a Estados Unidos, para
justificar cualquier intento de culpa o sospecha en su persona y, a la vez,
tranquilizar y darles garantías a los norteamericanos.
Continuará.
Por Froilán González y Adys
Cupull
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