GOLPES DE ESTADO EN BOLIVIA | Capítulo VI: Accidente o magnicidio | por Froilán González y Adys Cupull
El mismo guion para todos los tiempos.
Se reveló como el viaje
de René Barrientos a la población donde se produjo la caída del helicóptero
constaba en la agenda presidencial y era públicamente conocido; se reportó como
ese día, en horas bien tempranas de la mañana llegaron a esa población cuatro
militares vestidos de civil, todos de absoluta confianza y fidelidad a Ovando,
se apostaron en una ladera del valle de Arque, frente a una estrecha quebrada
por donde necesariamente tenía que pasar el helicóptero.
Refirieron que cuando el
aparato presidencial ascendía, en medio del estruendo del motor, le dispararon.
Algunos campesinos oyeron dos ráfagas de ametralladora proveniente de una
ladera, luego el helicóptero se tambaleó y cayó a tierra incendiado.
El periodista uruguayo
Carlos María Gutiérrez escribió como el padre del edecán Leovigildo Orellana
aseguró, que el cadáver de su hijo presentaba heridas de bala y el del piloto
Carlos Rafael Estívariz, al ser exhumado; la autopsia reveló la presencia de un
orificio de bala en la región renal.
Citó el testimonio de
Mario Bolívar, teniente de la policía de tránsito: “Al caer el helicóptero vio
a tres hombres correr hasta la máquina, examinarla y luego huir hacia la
montaña.” Bolívar sufrió presiones para no revelar esos datos.
Los convencidos del
atentado poseen más elementos. A la misma hora que el helicóptero despegaba de
la población de Arque, sin aún haber explotado, Radio El Cóndor, de la ciudad
de Oruro, en cadena con Radio Altiplano, de la ciudad de La Paz, dieron la
información de la muerte, incluso antes de que fuera conocida por los
organismos oficiales competentes. Esto creó confusión y poca credibilidad por
lo intrincado del lugar; la falta de comunicación y lo distante de Oruro y
porque la Radio Oficial Illimani desmintió la noticia, hecho interpretado como
muy significativo.
Según algunos
observadores, la embajada norteamericana no estaba ajena al plan del atentado,
lo conocían al detalle y no hicieron nada por evitarlo. El Presidente boliviano
era una figura demasiado desprestigiada, no servía a sus intereses, sobre todo,
porque sabía demasiado y era mejor estuviera muerto. Llamó la atención como en
la Embajada norteamericana se recibió la noticia con tranquilidad y hasta con
no oculta satisfacción.
Esas fuentes indicaron
que los generales Juan José Torres y César Ruiz se reunieron y convocaron una
reunión urgente en el Gran Cuartel de Miraflores. Desde allí se comunicaron con
Ovando que, coincidentemente, se encontraba en esos momentos en la embajada de
Bolivia en Washington, a pesar de que era domingo por la tarde.
Otro hecho que llamó la
atención fue la rapidez y eficacia del coronel Reque Terán, comandante del
Colegio Militar, situado al otro extremo de la ciudad de La Paz, quien, a las
tres de la tarde tenía tomado el Palacio Presidencial, cerradas todas las
puertas y prohibido el acceso de los Ministros y funcionarios gubernamentales.
Ricardo Aneyba expresó:
“La persona que ordenó el atentado y ametrallar al helicóptero, seguramente fue
un complot dirigido por un personaje de mucho peso, apoyado por otros. Nunca se
determinaron las causas, porque el Alto Mando Militar, la CIA, la Embajada de
Estados Unidos y sobretodo la compañía del seguro, encargada de hacer las
indagaciones correspondientes, se oponían a la investigación y de ese modo
impedían se descubriera la verdad.
“Existía otro problema,
el helicóptero nunca fue propiedad de Barrientos, lo regalaron de palabras, sin
documentos, cuando la viuda del general, Rosmary Galindo, reclamó el seguro, se
conoció que el helicóptero pertenecía a la Gulf, había entrado ilegalmente a
Bolivia, violando todas las normas y permisos y las autoridades querían
confiscarlo y ante ese problema lo regalaron verbalmente a Barrientos, pero
seguía siendo de ellos.
“La muerte de
Barrientos, muchos sostienen fue un complot de la CIA y utilizaron a Ovando,
para con el atentado librarse de los dos generales, uno muerto y el otro
culpable del crimen.”
El doctor Tomás Molina
expresó: “Vale la pena mencionar que hay serios indicios que el general Ovando
fue el autor intelectual de la muerte del general René Barrientos Ortuño; fue
una disputa entre estos dos generales, luchas internas, aunque ante el pueblo
se presentaban como amigos, pero por debajo se hacían la guerra.
“Barrientos tenia poder
en el ejército y también Ovando, quien detectó que Barrientos se iba a declarar
dictador el 1ro de mayo de 1969, y Ovando, era hombre astuto, el 6 de abril se
trasladó a Estados Unidos, so pretexto de acompañar a su esposa que iba a ser
atendida en un hospital de aquel país, y se mantuvo allá indefinidamente
durante todo ese mes…
“¿Será posible qué un
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de un país, permanezca por tan largo
tiempo en un país extranjero por las razones de salud de su esposa? Lo extraño
es que, ni bien se produjo el supuesto accidente en Arque, donde murió
Barrientos el 27 de abril de 1969, Ovando inmediatamente regresó, estuvo a la
primera hora del día 28 de abril. Él esperaba este magnicidio para regresar a
Bolivia.
“Si no fue presidente
de inmediato, porque el plan que tenía era inmediatamente hacerse cargo de la
presidencia, es porque, en esas pocas horas, desde el accidente hasta la
llegada de Ovando en la madrugada del día siguiente, se reunió de emergencia la
alta cúpula militar donde Barrientos tenía más influencia. Los oficiales barrientistas
eran más que los ovandistas, y fueron los barrientistas quienes votaron por la
sucesión constitucional, para que el vicepresidente, doctor Luis Adolfo Siles
Salinas, se haga cargo de la presidencia.”
El nuevo presidente
nació en 1925, hijo del ex presidente Hernando Siles (1926-1930) y medio
hermano del expresidente Hernán Siles Zuazo (1956 a 1960), líder del Partido
Social Demócrata, presidente del Congreso Constituyente que promulgó la
Constitución de 1967. Era incondicional de Estados Unidos, ocupó la presidencia
del Centro Boliviano-americano y difusor de la cultura, modo de vida e
ideología de ese país, en 1969 inauguró la televisión en Bolivia.
El doctor Tomás Molina
relató: “Los que votaron por la sucesión constitucional, lo posesionaron de
inmediato; el accidente ocurrió a la 1 pm y Siles Salinas se posesionó a las
4:30 pm. Cuando llegó Ovando, ya era tarde, el doctor Siles ya estaba en el
poder…”
Una nueva noticia sobre
Arguedas volvió a complicar la situación. El 8 de mayo de 1969 su residencia
fue objeto de un brutal atentado terrorista cuando le arrojaron al interior una
granada militar y una carga de dinamita que causaron cuantiosos daños
materiales. Arguedas culpó a los agentes de la CIA John H. Corr y Alberto Garza
como las personas que planearon el ataque.
Ese mismo día, cuando
caminaba con el periodista español Pedro Sánchez Quierolo, frente al céntrico
hotel Torino de la ciudad de La Paz, resultó herido por personas desconocidas
que le dispararon una ráfaga de ametralladora desde un automóvil que circulaba
a gran velocidad. Inmediatamente lo llevaron a la Clínica “Isabel la Católica”.
Pocas horas después, esta institución reportaba, el estado de gravedad por la
pérdida de sangre y el periodista español estaba ileso.
En el centro
hospitalario Arguedas recibió amenazas de muerte para él y su familia, y
el 8 de julio de 1969, entregó a los
periodistas declaraciones, donde señaló como el poder norteamericano, había
impuesto la ejecución de una serie de atropellos, que abarcaban desde abiertas
trasgresiones a la Constitución, hasta la consumación de vandálicos actos
terroristas, pagaba a publicistas por cualquier tejida en su contra y, no
obstante, las abundantes pruebas de la intervención norteamericana, ninguno del
llamado poder público, había tomado medidas.
En esas circunstancias,
al temer por su vida y de la familia, llamó a su amigo Víctor Zannier, quien
había trasladado a Chile el Diario del Che, y le indicó el lugar donde tenía
ocultas las manos del Che y su mascarilla mortuoria y le dio indicaciones de
hacerlas llegar a Cuba y se asiló en la Embajada de México.
La CIA se opuso a que
el Ministerio de Relaciones Exteriores le otorgara el salvo conducto, pagaron a
vándalos y paramilitares para realizar manifestaciones frente a la sede
diplomática mexicana y provocó graves enfrentamientos con el Gobierno de ese
país. Se denunció a la CIA de estar instrumentando un plan de una supuesta
fuga, para asesinarlo con francotiradores apostados en una vivienda en la
cercanía de la embajada de México y ajusticiarlo con la ley de fuga.
La cancillería
boliviana siguiendo las directrices de la Embajada norteamericana señaló que
Arguedas era un reo de la justicia ordinaria y no le podrían conceder el
respectivo salvoconducto. Esta actitud creó diferendos con las autoridades
mexicanas, sobre todo, con el embajador de México en La Paz, Pedro González
Lugo.
La agencia de noticias
Inter Press Service divulgó que el subsecretario de Relaciones Exteriores de
Bolivia, Franz Ruck Uriburu, había revelado que el gobierno mexicano, por medio
de su embajada, había entregado una declaración que calificaba de político el
asilo diplomático solicitado por Arguedas, que encuadraba en el convenio de
asilo de 1954.
Añadió que el Embajador
insistió, si antes del 15 de septiembre las autoridades bolivianas no daban el
salvoconducto, podría verse afectado de manera concreta el cumplimiento del
asilo diplomático suscrito entre México y Bolivia y suspendería la recepción al
cuerpo diplomático con motivo del aniversario de la independencia de México.
El presidente Adolfo
Siles Salinas, accedió otorgarle el asilo político a Antonio Arguedas y dio
indicaciones en ese sentido, pero la embajada norteamericana se opuso, lo que
aumentó las contradicciones y los problemas dentro del gobierno boliviano y las
fuerzas armadas, renuentes también a que se adoptara una decisión de esa
naturaleza. La Embajada norteamericana y la CIA exigían la entrega de Arguedas
y se denunció los preparativos de un asalto al edificio, simulando un robo o el
principio de un incendio.
Adolfo Siles Salinas
empezó a confrontar graves dificultades para gobernar. Las ambiciones de poder, las luchas
intestinas y el pase de cuentas entre grupos rivales fueron constantes. El
atentado a Arguedas venía a ser uno más de los tantos que vivió en esa etapa la
vida política boliviana.
El 19 de septiembre de
1969, ante el Parlamento boliviano, el diputado Ambrosio García formuló una
grave acusación, contra el general Alfredo Ovando, al expresar había recibido
600 000 dólares de las compañías norteamericanas Bolivian Gulf Oil Company y
Williams Brothers, con el fin de financiar la campaña electoral como candidato
a la presidencia, a cambio de importantes concesiones a empresas petroleras y
siderúrgicas norteamericanas.
Los diputados
ovandistas reaccionaron violentamente; calificaron la denuncia de libelo
infamatorio y exigieron a Ambrosio probar su denuncia. Ovando denunció al
Embajador norteamericano y al imperialismo norteamericano de chantaje y expuso
pruebas en ese sentido.
Reveló que el embajador
norteamericano le expresó apoyar sin reserva al doctor Adolfo Siles Salinas y
no daría ayuda ni reconocimiento a ningún gobierno que se impusiera por un
Golpe de Estado. El Embajador le afirmó contar con documentos probatorios de
empresas norteamericanas, financiando a determinados políticos. Ovando
consideró la acusación como un chantaje de Estados Unidos para eliminarlo de la
escena política.
El Parlamento exigió
nuevamente al diputado Ambrosio García presentar las pruebas, pero éste declaró
a la prensa no tenerlas y la fundamentó en un artículo del periodista
Justiniano Canedo, quien rápidamente protestó y lo desmintió duramente,
ofendido por haberlo mezclado en un asunto del cual ni estaba enterado. Poco
tiempo después, se conoció que el diputado Ambrosio García era agente de la
CIA. Al continuar el escándalo, Alfredo Ovando renunció como Comandante en Jefe
de las Fuerzas Armadas hasta que se investigaran los hechos.
El doctor Tomás Molina
afirmó: “Verídica o falsa la denuncia del diputado Ambrosio, Ovando renunció, y
a mí me hace pensar que había algo de verdad porque si se siente víctima de una
calumnia se defiende, demuestra no es verdad, pero si renuncias, dejas la duda
de algo de verdad. Eso fue una cobardía de Ovando.
“Cuando Ambrosio
García, diputado de la Falange Socialista Boliviana lo acusó de estar apoyado
financieramente en su campaña electoral por la Gulf, debe aclararse que Ovando
vistiendo el uniforme de general hacia campaña electoral, porque era uno de los
candidatos a la presidencia y con recursos del estado, empleaba vehículos para
hacer campaña, sin antes renunciar a su cargo. Además, ofrecía dinero en los
pueblos a los asistentes. Y ante la acusación, Ovando lejos de defenderse y demostrar
que no era verdad, lo primero que hizo fue renunciar al cargo de comandante en
jefe de las Fuerzas Armadas.”
Después de la denuncia
en el Parlamento los acontecimientos se aceleraron. Muchos consideraban la
denuncia de Ambrosio como chantaje de los norteamericanos, pero a la vez,
demostraba como la vía democrática para llegar al poder estaba resultando muy
difícil; se añadió que la CIA estaba preparando un gran fraude electoral contra
Ovando y sería derrotado en las urnas.
Los militares
nacionalistas manifestaron bastaba de injerencias de la CIA y del embajador de
Estados Unidos en los asuntos internos de Bolivia, que el Departamento de
Estado cambiaba embajadores, aunque todos eran iguales.
El doctor Tomás Molina
relató: “El día del Golpe, un avión de Lloyd Aéreo Boliviano cayó cerca de la
mina Matilde, cerca de Viloco. Ese día el presidente Luis Adolfo Siles Salinas,
asistió a varios actos por la efeméride de Santa Cruz y debía volver en ese
avión; cuando se dirigía al aeropuerto fue informado por su servicio de
seguridad, sobre la amenaza del golpe y que lo iban a detener a su llegada a La
Paz. Inmediatamente ordenó a su chofer dirigirse al Arzobispado donde pidió
asilo político y no viajó en ese avión, donde murieron 76 personas, incluyendo
todo el equipo de fútbol Strongest.
“La investigación
arrojó que le pusieron una bomba, hasta el día de hoy, nunca nadie investigó
este hecho. Desde el mismo día que asumió Adolfo Siles Salinas, Ovando empezó a
conspirar, no lo dejó gobernar ni un día en tranquilidad, hasta finalmente,
tres meses después, el 26 de septiembre, lo derrocó mediante un cruento Golpe
Militar…”
El 26 de septiembre de
1969 una Junta de comandantes de las Fuerzas Armadas produjo el Golpe de
Estado. De inmediato dieron a la publicidad un documento denominado “Mandato
Revolucionario de las Fuerzas Armadas”, donde explicaban que resolvieron
construir un poder nacional y revolucionario, abogar por la justicia social, la
grandeza de la patria, una auténtica independencia nacional con riesgo de
zozobrar por el sojuzgamiento extranjero.
El documento planteaba
la necesidad de realizar una rápida y profunda transformación de las
estructuras económicas, sociales, políticas y culturales para enfrentar la
pobreza; organizar un gobierno revolucionario integrado por civiles y
militares, buscar la unidad nacional; exigir la recuperación de las riquezas
naturales; encarar el problema de la desocupación; construir viviendas e
implantar la más escrupulosa moralidad administrativa.
En el plano
internacional, se manifestaba adoptar una política independiente, basada en el
derecho irrenunciable del Estado boliviano a determinar soberana y libremente
su propia política exterior; establecer relaciones diplomáticas y económicas
con los Estados socialistas; contribuir a la unidad política y económica con
América Latina, y sostener el sagrado derecho de reintegración marítima. El
documento mandaba a movilizar al país para la lucha contra el analfabetismo, la
defensa de la cultura popular, de las tradiciones indias y mestizas.
Continuará.
Por Froilán González y Adys Cupull
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