GOLPES DE ESTADO EN BOLIVIA | Capítulo VIII: Crímenes en Teoponte | por Froilán González y Adys Cupull
El mismo guion para todos los tiempos.
El 20 de julio de 1970
un grupo de valerosos jóvenes, dirigidos por el Comandante Oswaldo Peredo
Leigue, conocido como Chato, hermano menor de los Comandantes guerrilleros Coco
e Inti Peredo, graduado de Médico en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú y
nacido en 1941, decidieron continuar la lucha guerrillera. Con esa decisión,
empuñaron los fusiles y marcharon a las montañas de Teoponte. Ovando exhortó a los jóvenes a deponer las
armas. Les dio plenas garantías para sus vidas.
El doctor Tomás Molina relató:
“Ovando Candia ofreció a los guerrilleros de Teoponte entregarse a cambio de
ser exiliados en Chile. Más de 50 muchachos mordieron el anzuelo; se entregaron
y de inmediato fueron fusilados. La consigna fue que esa guerrilla debía
terminar sin heridos ni prisioneros, paralelamente se presentaba como un
socialista.”
Además de asesinar a
los jóvenes, bombardearon la zona con napalm, mientras los militares
derechistas gestionaban ayuda urgente de Estados Unidos y el retorno de los
asesores norteamericanos y los Boinas Verdes. El 25 de julio, en el aeropuerto
internacional de La Paz, un gigantesco avión Hércules de las fuerzas aéreas de Estados
Unidos aterrizó con una gran carga de armamentos.
En Bolivia se conoció
como la CIA en complicidad con los militares derechistas, en especial con el
Ministro de Gobierno, Juan Ayoroa tomaron la decisión de asesinar a los
prisioneros, porque esos muertos servían a los planes golpista de la CIA y la
derecha boliviana.
Entre los jóvenes se
encontraban dirigentes estudiantiles universitarios, hijos de familias
adineradas, de clase media, pequeña burguesía, de militares y religiosos, entre
ellos los tres hijos del general René Quiroga Paz Soldán, veterano de la Guerra
del Chaco y respetado dentro de los militares.
También asesinaron a Néstor Paz Zamora, hijo del general de navío Néstor
Paz Galarza, veterano de la Guerra del Chaco y primo hermano del ex Presidente
Víctor Paz Estenssoro.
La masacre constituyó
un grave problema político al gobierno. Los ejecutados no eran indios, cholos o
campesinos, algunos de ellos hijos de la burguesía racista, de distinguidas
familias y de apellidos reconocidos dentro de la clase dominante.
El Ministro de
Información Alberto Bailey Gutiérrez, denunció que se estaba cometiendo uno de
los crímenes políticos más graves de la historia nacional, al tratar de
provocar una ruptura entre el pueblo y las Fuerzas Armadas y denunció a los
comandantes de esa institución de estar complotados para derrocar al gobierno
de Alfredo Ovando, entregar el país a los apetitos del imperialismo, y estancar
el proceso iniciado el 26 de septiembre.
Los generales Rogelio
Miranda, del Ejército; Fernando Sattori Rivera, de la Fuerza Aérea, y Alberto
Albarracín, de la Fuerza Naval, negaron cualquier intentona golpista y
exigieron que Ovando se pronunciara al respecto.
El Ministro del
Interior, coronel Juan Ayoroa, invadió los claustros universitarios y declaró
“En busca de terroristas”, pero sus medidas provocaron la repulsa unánime del
estudiantado, padres, familiares y amigos, los reprimidos y acusados de
terroristas eran sus hijos con acceso a ese alto centro de estudios.
Juan Lechín Oquendo,
líder de la Central Obrera Boliviana, de vuelta al país desde la caída de la
dictadura de Barrientos, abogaba por la liberación de los presos guerrilleros,
entre ellos Regis Debray, calificó a Ovando de dictador y convocó una huelga
general para deponerlo. En respuesta le allanaron la residencia. Se crearon
nuevos conflictos. La derecha, a través del Ministro de Gobierno, hacía lo que
entendía conveniente a sus propósitos.
El 7 de agosto se
conoció el arribo al puerto peruano de Matarani del buque de guerra
norteamericano Wolworth City, con 30 toneladas de armamentos y municiones para
Bolivia. Se añadió que camiones militares bolivianos la trasladarían hacia La
Paz, a través de la ruta Matarani-Arequipa-Puno- Desaguadero-La Paz.
En medio de esta grave
crisis, el avión en que debía viajar Ovando explotó en el aire y se estrelló en
una de las islas del lago Titicaca. Las causas nunca fueron aclaradas. Fuentes
bolivianas aseguraron que un grupo de militares barrientistas prepararon el
atentado al conocer que ese día tenía programado viajar. Complicaciones de
última hora lo impidieron. Por esas
circunstancias, su hijo Marcelo ocupó su puesto y pereció. Ese hecho fatal le produjo un duro golpe a la
familia, el hijo era un joven talentoso, próximo a graduarse en una universidad
de Estados Unidos.
Las divisiones dentro
de las Fuerzas Armadas eran conocidas por todos los sectores de la sociedad. El
25 de septiembre, un día antes de conmemorarse un año del golpe de Estado,
Ovando decidió poner a disposición de las fuerzas armadas el cargo de Presidente
de la República y la decisión creó una profunda división en la institución
armada.
El 3 de octubre de 1970
grupos de estudiantes, obreros, campesinos, profesionales, periodistas,
sacerdotes progresistas y la oficialidad joven de las fuerzas armadas le ofrecieron
a Ovando todo su apoyo con la condición de destituir a los tres comandantes
golpistas y a los militares derechistas infiltrados en el gobierno.
De acuerdo con estas
fuentes, el embajador norteamericano Ernest Siracusa maldijo por lo bajo a los
bolivianos; comentó que Bolivia es el país más inflamable de América Latina y,
si no lo apagaban rápidamente, en cualquier momento las llamas podrían verse en
Washington.
Pero los
acontecimientos se aceleraron cuando el Ministro del Interior Juan Ayoroa ordenó
la persecución del general Juan José Torres, acusado de conspirador,
terrorista, asesino, responsable de las protestas y la inestabilidad
social. La presión popular contra esa
medida obligó al Consejo de Ministros a dimitir en pleno y cuando esperaban un
nuevo gabinete y la vuelta de Ovando a las posiciones nacionalistas y la
radicalización del proceso, ocurrió todo lo contrario.
La derecha se hizo más
fuerte, Ovando prometió el retorno a la constitucionalidad y el regreso de los
capitales extranjeros. El Ministro del
Interior Juan Ayoroa surgió más fuerte: acusó al comunismo internacional de
fomentar la guerrilla urbana; clausuró el semanario Prensa, con clara posición
de apoyo al proceso nacionalista, y ordenó encarcelar a su director Andrés
Soliz Rada, por denunciar una conjura contrarrevolucionaria encabezada por el
Ministro del Interior.
Ovando decidió pagar a
la Bolivian Gulf Oil Company la cantidad exigida como indemnización; prometió
llevar ante la justicia a quienes denunciaban supuestos planes subversivos;
entre ellos al ex ministro Marcelo Quiroga Santa Cruz para que demostrara su
afirmación del golpe de Estado y como los golpistas gozaban de libertad. Las
promesas de Ovando provocaron una ola de protestas, porque se trataba del más
prestigioso, radical y nacionalista de sus ex ministros.
En la madrugada del 4
de octubre, el Comandante del Ejército, general Rogelio Miranda, desde el Gran
Cuartel de Miraflores, comunicó a todo el país el fin del mandato político de
las Fuerzas Armadas y del general Alfredo Ovando y se autoproclamó Presidente
de la República. Los militares que habían negado rotundamente el golpe, ahora
daban la cara ante la opinión pública.
Todo ese día las
emisoras radiales dieron a conocer el comunicado donde se informaba del golpe
de Estado. Sin embargo, el general
Miranda no se atrevió a salir del Gran Cuartel de Miraflores. El 6 de octubre
por la tarde Ovando solicitó asilo político en la embajada de Argentina en La
Paz.
En el Alto Mando
Militar surgieron desacuerdos a la hora de elegir al nuevo presidente y
acordaron la formación de un
triunvirato: el general Efraín Guachalla en representación del Ejército, el
general Fernando Sattori Rivera por la Fuerza Aérea y el contraalmirante
Alberto Albarracín de la Fuerza Naval. El general Juan José Torres se dirigió a
la base aérea del Alto, para junto con un grupo de militares y civiles
nacionalistas resistir el golpe derechista. Se crearon dos polos de poder: los
derechistas en el cuartel de Miraflores y los nacionalistas en la base aérea.
Un factor importante se
sumó a los acontecimientos cuando en la Universidad Mayor de San Andrés, en La
Paz, se instaló el Comando Político de la COB presidido por su líder Juan
Lechín Oquendo, quien por iniciativa del rector de esa universidad, Pablo
Ramos, se reunieron con catedráticos, dirigentes políticos y el Comité
Ejecutivo de la COB y acordaron
constituir el llamado Comando
Político, integrado por el Comité
Ejecutivo de la COB, las autoridades de
la universidad y los representantes de los partidos políticos de izquierda
y la Federación Sindical de Mineros. Lechín Oquendo fue
elegido presidente de la Asamblea Popular y planteó crear un gobierno paralelo
apoyado en sindicatos y asambleas populares.
Los periodistas
nacionalistas a través de las emisoras radiales y los periódicos desempeñaron
un papel importante, al instar a la población evitar el golpe de Estado y apoyar al general Juan José Torres y la COB.
Los golpistas tenían decidido realizar la toma de posesión a las 16:30, pero la
aviación comenzó a ametrallar el cuartel de Miraflores y se vieron obligados a
posponer el acto para las 21:00 horas.
En amplios círculos
políticos y sociales se denunció a la Embajada norteamericana y al oficial de
la CIA John Maisto, como responsables del golpe de Estado. El Comando Político
orientó una huelga general, ocupar las fábricas y los centros de trabajo hasta
expulsar al triunvirato. Los estudiantes tomaron las universidades, los
campesinos bloquearon los caminos y carreteras. Las fuerzas populares salieron
a las calles, plazas y avenidas.
Los militares
nacionalistas resistieron con el apoyo de la fuerza aérea, el general Fernando
Sattori Rivera se sumó a las fuerzas que resistían. Los aviones sobrevolaban
rasante la ciudad y los golpistas se aterrorizaron. El 7 de octubre de 1970 la
figura del general Juan José Torres emergió vencedora. Los planes preparados
por la CIA y la embajada de Estados Unidos en La Paz, fracasaron
momentáneamente.
El general Alfredo
Ovando salió de la embajada argentina donde había solicitado asilo político y
pidió a Juan José Torres lo designara embajador en España y que le acompañara
Luis Arce Gómez y Ovando con su familia y Arce Gómez partieron para Madrid.
La revista Oiga, No.
394, de fecha 8 de octubre de 1970, hizo una valoración sobre la caída del
gobierno de Ovando y el acceso al poder de Juan José Torres, al respecto
refirió que Ovando “teniéndolo todo en sus manos: poder militar, apoyo civil,
la oportunidad del momento [...], se estancó al comienzo del camino, y tras una
prolongada agonía sucumbió sin pena ni gloria”.
Siguió explicando que
el 26 de septiembre de 1969 “Ovando quiso vestirse con el ropaje de un
nacionalismo de izquierda que no entallaba en su cuerpo, del jefe de la
revolución que en su primer día pidió la formación de un ‘eje ideológico La
Paz-Lima’; del caudillo que en la Plaza Murillo firmó un decreto de expulsión
de la Gulf Oil [...], ya no queda nada.
Apenas la sombra de un hombre [...] que no tuvo fuerzas suficientes para
concretar sus anhelos, tal vez porque la revolución no calaba el fondo de su alma
como cala el antimonio en los pulmones de su pueblo [...].”
En relación con Juan
José Torres y el proceso revolucionario la revista escribe: “Pero como el
corazón del indio trasandino es tan grande como los socavones de las minas que
los devoran, tras la caída de Ovando surge una nueva posibilidad encarnada en
otro militar de rostro cetrino adornado con bigotes de legendarios
revolucionarios mexicanos: el general Juan José Torres, vencedor de una pugna
por el poder [...]”.
Y señala que de “Juan
José Torres los bolivianos saben que fue el militar impaciente que ocupó el 17
de octubre las instalaciones de la Bolivian Gulf Oil Company en Santa Cruz,
horas antes de que el general Ovando Candia firmara el decreto de expropiación
en Palacio Quemado. Saben también que bajo sus alas de comandante en jefe de
las fuerzas armadas de Bolivia cobijó a los civiles nacionalistas de izquierda
que integraron el primer gabinete de Ovando y que luego fueron desprendidos
como granos de una madura mazorca de maíz cuando los militares de derecha
enquistados en el régimen adquirieron fuerza. Saben, por último, que bajo su
uniforme de revolucionario de izquierda se cobija un corazón nacionalista
[...]”.
Continuará.
Por Froilán
González y Adys Cupull
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