NACIONAL | Reflexiones desde abajo y a la izquierda: La movilización de agosto y el horizonte posible | MAYA Nº53



Tras un pequeño encuentro de voluntades para reflexionar colectivamente las formas, dinámicas y alcances de la movilización popular de agosto 2020 y los posibles horizontes revolucionarios para construir e impulsar, nos hemos permitido elaborar una síntesis con el fin de que sirva para continuar en esta tarea y multiplicar los espacios para contribuir desde abajo y a la izquierda. Agradecemos los aportes de todxs.


Una movilización parida de la rabia

No se puede entender la gran movilización de agosto pasado sin hacer referencia inmediata al golpe de Estado de octubre-noviembre 2019, en donde las organizaciones y movimientos sociales y las almas rebeldes fuimos testigos de cómo se perpetraba el golpe en etapas lentas frente a la impotencia, la des- organización y otros equívocos.

El golpe tuvo como actores cada vez más evidentes, además de militares y policías, a grupos parapoliciales y paramilitares que desarrollaron su accionar de forma paulatina y ascendente hasta salir a escena públicamente en un bizarro espectáculo mediatizado, pero con un mismo eje articulador: la violencia y el odio hacia lo popular, sobre todo a lo indígena y campesino y a la izquierda socialista. En consecuencia, golpearon a mujeres de polleras, agredieron a todo quien tenga tez morena –aunque ellos mismos la tengan–, y hablaron de libertad y democracia mientras golpearon lo que oliera a trabajador y trabajadora, mientras que el pueblo aguantaba.

Pero la impotencia no estaba regida por el temor al enemigo paramilitar y parapolicial, que dicho sea de paso coordinaba perfectamente con las fuerzas del “orden”, sino, en muchos casos, por la inoperancia, cobardía, falta de compromiso militante y capacidad de lectura de quienes tenían la dirección y la representación de las organizaciones y movimientos sociales y del Instrumento Político (IP).

Hay una revancha pendiente de lo popular contra la derecha violenta, de reivindicación de clase y nación frente al odio racista y conservador, y esto fue uno de los motores más importantes de la movilización.


Un cabildo histórico, pero que debe madurar

Miles de mujeres y hombres de diferentes localidades del país, sobre todo del campo, llegaron al Cabildo de El Alto, convocado por la Central Obrera Boliviana (COB), y aunque las intervenciones no tuvieron mayor trasfondo político, el ánimo popular fue formando la postura de que se debían iniciar medidas inmediatas, con un bloqueo nacional de caminos y la huelga general indefinida, exigiendo el respeto de la fecha de las elecciones para el 6 de septiembre.

Pronto, sectores urbano-populares tomaron la batuta, sin pedir permisos de ninguna estructura, y salieron al bloqueo bajo una autoconvocatoria que se adelantó al bloqueo de sindicatos y federaciones. Así, en la populosa Zona Sur de Cochabamba y en el combativo Distrito 6 de El Alto, miles de jóvenes se parapetaron con el grito de justicia reclamada y elecciones.


Autoconvocadxs

El fenómeno de los “autoconvocadxs” tiene razones de fondo; primero, varias organizaciones de base han sido atacadas por el gobierno de facto con denuncias falsas y acusaciones de “terrorismo y sedición” que, instrumentalizando a la justicia, han detenido y apresado a dirigentes y representantes. En este sentido, el denominarse “autoconvocadxs” sirve para protegerse y seguir luchando.

En segundo lugar, mientras que las instancias “orgánicas” no reaccionaron de forma oportuna y decidida, la base superó a sus direcciones y asumió la decisión de “autoconvocarse” para poder actuar libre de formalismo y estructuras que no los representan, por lo menos en esa coyuntura.

Sin embargo, es necesario señalar que entre los aspectos negativos de esta iniciativa desde abajo está que los niveles de coordinación más amplia son difíciles, la representación para la negociación fue básicamente imposible y que muchos “vivillos” tomaron representación virtual para agenciarse aportes solidarios, que fueron a parar a bolsillos personales y no a los sectores movilizados. 


Crisis de las estructuras políticas y sociales

Pero el tema no se queda allí, existe una innegable crisis de representación política que no ha podido responder a la emergencia popular que ha vivido un golpe de Estado y requiere reafirmar el proyecto de transformación revolucionario.

Esta crisis es, por su puesto, una gran oportunidad de recomposición de un movimiento popular con mayor claridad político-ideológica, que esté por defender sus derechos y un mejor futuro para el pueblo.

Es necesario reconocer la necesidad de abrir los espacios para la crítica y la autocrítica con el objetivo de no cometer los mismos errores y que se tengan nuevas generaciones preparadas para asumir las tareas necesarias.


¿Se consiguió algo con la lucha?

Después que algunas representaciones del Pacto de Unidad y de la COB terminaran aceptando la imposición del Tribunal Supremo Electoral (TSE) y que la Asamblea Legislativa Plurinacional aprobara una ley de rangos de tiempo, que terminó de sellar que las elecciones se lleven el 18 de octubre, el sentimiento popular fue de desazón y calificó el acto hasta de “traición”, y varias voces atizaron criterios radicaloides.

Empero, el hecho concreto es que, al margen de las bases, se impuso un criterio y luego se buscó apaciguar las aguas, por supuesto que no de inmediato, sino un par de días después. Se desvalorizó a la acción y lo popular y se instrumentalizó su lucha.

Ahora bien, un escenario que corriera más allá representaba llegar a una insurrección popular, cuyo único referente cercano está en la Revolución del 52. Es decir, que el pueblo se encontraría en una desproporción abismal frente a los cuerpos represivos del gobierno de facto, que demostró que puede ordenar masacres como las de Senkata y Huayllani, pero que debe guardar las apariencias. Se sabe que nunca se podrán tener condiciones favorables en caso de que el pueblo decida llevar a- delante una “insurrección”, en su legítimo derecho, pero el nivel pobre de organización y la falta de un horizonte común, hacían previsible una posible derrota material.

Se consiguió asegurar las elecciones, pero el movimiento popular no se ha articulado y el conflicto ha desnudado las contradicciones con direcciones burocráticas y prebendalizadas.


El pueblo debe defender la democracia popular y construir la Revolución

El enemigo ha sido violento, pero torpe, las elecciones parecen imponerle, tanto desde lo internacional como desde adentro, un tope que no podrá sobrepasar sino comete fraude o incluso piensa en un autogolpe militar o, por último, hace de todo para permitirse una nueva convocatoria a elecciones que le permita reorganizar sus fuerzas para tener mejores opciones.

Pese a todo, a que incluso la derecha vuelva hacer gala de su conciencia de clase y apueste por el candidato de la embajada yanqui: Carlos Mesa, las elecciones se encuentran en riesgo permanente y por eso serán solo nuevamente las bases insumisas las que defiendan la democracia.

La defensa del voto y de la democracia popular son tareas que las organizaciones y movimientos sociales deben asumir para poder intentar revertir la ola conservadora que impuso el golpe de Estado.


MG

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